jueves, 7 de junio de 2018

DE HÉROE A LEYENDA

Un día decidí volver a escribir sobre Romagnoli. No cualquiera: apenas pasaron algunas horas desde que anunció su retiro. Sobran borradores, pero faltan palabras.


Llora él, lloran los hinchas del fútbol y llorará la pelota en su ausencia.
No necesitó una capa. Tampoco un escudo o alguna espada. Ni siquiera tuvo que ocultar su nombre. Algunos creen que es un personaje salido de un cómic de Marvel. Otros, convencidos, juran que lo vieron en una tira de DC.

Pero no pertenece a ninguno. En realidad, surgió de otra historia. Una que se forjó sobre la hierba, con la pelota, los botines y un millón de sueños. No tuvo que mostrar un poder en particular. Para convertirse en héroe, sólo le bastó su talento.

O quizá sí lo hizo. Porque en una tarde cualquiera se transformó en Bolt para, con una corrida memorable, salvar su planeta del abismo. Ya sin fuerzas. Sin al menos pisar firme. Y, al terminar la travesía, se desplomó sobre aquel suelo testigo de tantas batallas.

Algún día partió, es cierto. Aunque las fotos de esos posters, algo amarillas por los años, se mantenían firmes en la pared. Tan estáticas como los rivales a los que humilló con su picardía y apiló con sus gambetas.

Pero volvió. Y sus proezas se multiplicaron al igual que las copas que reflejaron su sonrisa. Esas que lo convirtieron en ídolo, bañadas en las lágrimas que lo volvieron emblema.

Faltará el murmullo coreando su apodo. O los miles de aplausos multiplicándose de una tribuna a la otra. Más se extrañará su destreza sobre el césped. Porque una noche decidió dejar de lado el mote de héroe para pasar a ser leyenda.

Leandro Romagnoli no necesitó capa. Tampoco un escudo o alguna espada. Ni siquiera tuvo que ocultar su nombre: le alcanzaron su talento y un 10 en la espalda.

Y su público, hoy, le da las gracias.

Por: Giuliana Pasquali
@giulipsl




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