domingo, 18 de marzo de 2018

ACÁ ESTÁ EL SUPERCAMPEÓN

Estratega. Marcelo Gallardo ganó los tres mano a mano que jugó contra Boca.
En Mendoza, la mañana del miércoles 14 amaneció fresca y despejada, con el cielo libre de nubes. Horas antes, llegaron Boca, primero, y luego River. Días antes, se dejó ver una gran diferencia: “el 14, con la de Boca, matar o morir”. Esas palabras aparecieron escritas en un pasacalle anónimo y que iba dirigido para los jugadores Xeneizes. “En ustedes confiamos”, decía una bandera que le llevó un grupo de hinchas a los futbolistas de River y que personalmente recibieron Franco Armani, Leonardo Ponzio y Enzo Pérez.

El mensaje era claro: mientras en los pagos de la Ribera la calma se volvía tensión y la confianza en la antesala del encuentro disminuía cada vez más, en el barrio de Núñez la esperanza de poder ganar se recostó siempre en Marcelo Gallardo y su experiencia en partidos decisivos (fundamentalmente, los mano a mano) y el mensaje que siempre transmitió a sus jugadores.

La provincia se tiñó de los colores que identifican a los dos clubes, pero no se dividió. Azul y amarillo, por un lado; blanco y rojo, por el otro. Por unos días, la ciudad de Mendoza vivió lo que significó la previa de un partido histórico. Porque, a diferencia de como se hizo hasta unos años atrás, Mendoza recibía una nueva edición del Superclásico entre Boca y River, pero esta vez definían un título: la Supercopa Argentina, el trofeo que enfrenta al campeón del torneo de Primera División y el ganador de la Copa Argentina.

En más de cien años de historia, el partido del miércoles era la segunda final entre ambos equipos. La anterior, en 1976, había quedado en manos de Boca y era una gran chance para que, de alguna manera, revalidara esa estrella por el contexto. El equipo de Guillermo Barros Schelotto llegaba en alza, puntero hace más de quince meses y confiaba más que nunca en poder vencer a su rival de turno, que arrastraba una crisis futbolística inédita en el ciclo de Marcelo Gallardo, que además lo tenía a 23 puntos de distancia de Boca.

Distintos referentes se expresaron en la previa y si bien todos tuvieron distintos puntos de vista, la mayoría coincidió en que el Superclásico es un partido “aparte”, en el que poco importa el presente que lleva cada equipo y cómo llega al encuentro. Mucho se habló también de que una derrota podía darle un golpe de ‘knock out’ a River, con la sensación de un final de ciclo, y terminar de hundirlo anímicamente. Pero si era el ‘Millonario’ quien venciera también podía sacarse de encima esa mochila y entregársela con un moño a Boca, para que todos los fantasmas se pintaran de azul y oro. Y, de cierta manera, la noche del miércoles lo volvió a confirmar.

Porque River salió a jugar el partido como marca su presente desde que el ‘Muñeco’ es el entrenador del equipo. Con mucha sangre y decisión, dispuesto a llevarse por delante al rival. Pero un factor elemental se hizo presente en la noche mendocina: la inteligencia. Porque cada jugador tuvo un rol importante dentro del campo de juego, pero la idea clara fue anular a Boca, que en ningún momento entendió cómo jugar la final. Y porque a los 17 minutos de la etapa inicial, cuando el marcador ya estaba 1-0, a Boca se le fueron quemando lentamente los papeles. Luego del gol de Ignacio Scocco, el partido ya estaba terminado. Porque River simplemente se dedicó a jugar con la desesperación del adversario y así corrieron los minutos.

Está claro que esto será un punto de partida, porque los dos equipos comenzaron a vivir realidades distintas después de que Patricio Loustau diera por terminada la final. Lo cierto es que River volvió a confirmar que, en los partidos de esta envergadura, saca la chapa que Gallardo le imprimió al equipo para demostrar nuevamente que este Boca tiene la mandíbula floja y que no da la talla en los partidos realmente importantes. Y que sin dudas será un factor por trabajar por los Mellizos, teniendo todavía la Copa Libertadores por delante que, a esta altura del año, parece ser lo único que puede salvar el año en la Ribera.

Mientras tanto, River respira nuevamente aire puro y poco importará la distancia que le sacó Boca en la Superliga. Y si bien Gallardo, irónico al finalizar el partido, dijo que “la estrategia fue jugar mal estos dos meses”, deberá trabajar mucho para que su equipo pueda ser el del miércoles y no el que inició el año, que casi no tenía actitud y era fácilmente superado por sus adversarios. De todos modos, ahora hay tiempo para festejar y vivir la fiesta que el equipo vivirá en la tarde de hoy cuando enfrente a Belgrano en el Monumental.

Opinión por: Nicolás Pérez
@pereznicolasm

No hay comentarios:

Publicar un comentario